CON AFRICA EN EL CORAZON


Había olvidado lo que era el desprendimiento, esa entrega desinteresada por alguien que tal vez jamás en la vida volverás a ver. Pero una persona muy sencilla, con una historia de vida marcada por el dolor, la pobreza material, la inclemencia de un mundo injusto, supo compartir conmigo lo que tenía, y yo creo que más que eso, supo dar lo que más valoraba como muestra de cariño.

Nunca me había sentido tan querida… Fue una amistad que surgió espontanea, coincidimos en la habitación E118, no cruzábamos muchas palabras porque no hablábamos el mismo idioma, pero las sonrisas lo decían todo, que a veces eran carcajadas cuando la torpeza de no entendernos nos jugaba malas pasadas. Después de tres meses entablábamos largas conversaciones en un inglés primitivo mezclado con señas y papelitos con dibujos, ciertamente había mucha disposición a la escucha y al compartir fraterno.
Recuerdo el día de la despedida, ella dejaba el lugar antes que yo, sabía que su partida iba a implicar cierto dolor, realmente se había ganado mi corazón. Yo me esmeraba por prepararle un obsequio, que reflejara de algún modo mi gratitud… Al momento de decir adiós yo le entregué una cajita delicadamente confeccionada que contenía varios signos que tenían mucho valor para ambas, y ella sacó de su armario una hermosa tela, que siempre me preguntaba si me gustaba y que yo sabía que era su favorita, y me dijo: “no tengo nada más que darte, pero te dejó lo que más quiero”, esas palabras las entendí perfectamente y calaron profundamente en mi, su noble mirada me decía que no lo podía rechazar aún sintiéndome muy poco merecedora de ese gesto…
Finalmente se marchó e inmediatamente sentí su vacío, volví al cuarto con cierto dejo de nostalgia y con los ojos que amenazaban con soltar las lágrimas, abrí mi armario para guardar el regalo y me encuentro con una postal… era el ícono de la amistad, cuando lo vi recordé que la noche anterior ella estaba contando las pocas monedas que tenía, yo supuse que era para llevar algún recuerdo a su país, pero comprendí de inmediato que había sido para dejarme un segundo obsequio, no pude evitar que el nudo que tenía en la garganta se deshiciera en un llanto de emoción, en ese icono se representaba ese amor filial e imperecedero, que se despoja de sí mismo, que lo da todo y no espera nada.
Nunca me sentí tan querida. (gracias my room mate)

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